LA BIBLIA DE LOS LOCOS Capítulo 13º

NÚMEROS.
A Israel interesa este capítulo pues aquí se censa y se vuelve a censar a todo el pueblo. También a todo aquel que, no habiendo prestado la atención necesaria a lo ya leído, quiera refrescar la memoria una y cien veces sobre las mismas cuestiones. Estatuto de los levitas, censo de los levitas, las quejas del pueblo, los deberes y derechos de los sacerdotes, casos de impureza, nuevo censo del pueblo, idolatría de Israel, sacrificio diario, rescate de los primogénitos, el sábado, la pascua, fronteras de la tierra prometida, ley de herencia de las mujeres y un sin fin de estos asuntos en los que tenemos centrado al Señor Dios. Yo lo he leído con gran sacrificio, todo sea dicho, pero no pienso analizarlo, no señor, que sería muy triste echar a perder lo que para mí ha sido un ameno y divertido análisis, repitiendo las tabarras de Moisés. Además, un estudio concienzudo de todo esto iría en detrimento del espíritu con el que empecé y echaría por tierra la reputación de ignorante que tantos años me ha costado conservar.
Se acabó Números.
DEUTERONOMIO.
Más de lo mismo pero ahora aderezado con los discursos y sermones del amigo Moisés, al final de la peregrinación por el desierto del pueblo elegido, a las puertas de su anhelada tierra prometida y a punto ya de pasar a mejor vida.
El amigo Moisés que tan poca afición tenía a la palabra en su juventud, se nos muestra aquí como orador inagotable, repitiendo una y cien veces lo que ya todos sabemos, contando y recontando hechos, leyes, preceptos y amenazas, muchas amenazas. Natural es tanta repetición si es Israel quien escucha, que bien claro ha quedado en este libro cuan desmemoriado y cabezón es este pueblo. Yo, que bien podría pasar por miembro de este pueblo si nos atenemos a lo cabezón y desmemoriado, voy a salpicar este análisis con algunas curiosidades que, por ignorante, me llaman la atención.
SOBRE EL HIJO REBELDE.
Dice aquí que, si tienes un hijo indócil y rebelde que no obedece ni siquiera con castigos, lo llevarás ante los ancianos, que hoy día están juntitos todos en geriátricos, y allí todos tus conciudadanos lo matarán a pedradas. Se acabó la desobediencia juvenil, amigos.
EXCLUSIÓN DEL CULTO
En la asamblea del Señor, además de otros muchos, no será admitido el que tenga testículos aplastados o el pene amputado. ¿Por qué? No se dice aquí. Yo, desde mi ignorancia, soy incapaz de imaginar las causas para esta exclusión.
LIMPIEZA EN LOS CAMPAMENTOS
El Señor Dios está en todo. Esto es lo que ordena para el soldado. “Llevarás en tu equipaje una paleta, con la cual harás un hoyo en la tierra y luego lo taparás, después de haber hecho en él tus necesidades. El Señor, tu Dios, está en medio de tu campamento para protegerte y librarte de tus enemigos.” Eso es, el Señor Dios está en medio para protegerte, y mal va a protegerte si tiene que andar pendiente de no pisar mierdas.
DIVORCIO
Si te casas con una mujer y luego no te gusta por haber encontrado en ella algo indecente, aquí no dice qué, le das por escrito un certificado de divorcio, la echas de casa y listo. Ni abogado, ni gastos, ni gaitas.
HUMILDAD Y MODERACIÓN
De esto, en occidente, no queda apenas. Dice aquí el libro bien claramente. “No explotes al pobre y al indigente, ya sea uno de tus hermanos o uno de los extranjeros que viven en tus ciudades. Págale cada día su salario, antes de ponerse el sol, pues es pobre y espera impaciente su jornal” Yo creo que no necesita comentario alguno, ni siquiera para alguien tan ignorante como yo.
HONESTIDAD
Si cuando dos hermanos se están pegando, que es cosa muy fea, la mujer de uno de ellos se acerca a la refriega y, para librar a su marido de la tunda, agarra al otro por sus partes, le cortarás las manos sin compasión. Así lo dice aquí. No se puede consentir que la mujer de tu hermano te toque los huevos.
MALDICIONES
Voy a reflejar aquí alguna de las maldiciones que sufrirán los que no observen las leyes del Señor Dios, solo un poquito porque el párrafo entero pone los pelos de punta. “Maldito será el fruto de tus entrañas y el producto de tu tierra, malditos los partos de tus vacas y las crías de tus ovejas…El Señor mandará contra ti maldición, angustia y pánico en todas tus empresas…hará que la peste se pegue a ti hasta que te consuma…te herirá de agotamiento, fiebre, inflamación, calor sofocante, sequía, herrumbre y tizón…El Señor te herirá con plagas, con tumores, sarna y tiña…te herirá de locura, ceguera y delirio”. No sigo porque no me atrevo, se me está quitando el buen humor, pero sigue con cosas peores. El que quiera que lo lea (Deuteronomio 28-15)
Incluidas ya estas curiosidades, voy a permitirme soslayar el análisis de otras tantas cosas ya sabidas, analizadas y estudiadas. Que ya he tenido un gran trabajo con su lectura. Muchas menos hojas tendría este libro si no repitiera tantísimas veces las cosas. Por eso, con la misma ignorancia que voy demostrando capítulo tras capítulo, liquido aquí el Pentateuco. ¡Listo!
Ha sido agotadora la lectura. Una lectura de la que no han surgido certezas sino preguntas:
¿Qué, quién, cómo era y es el Señor Dios?
¿Todo bondad infinita y misericordia?
¿Terror divino, azufre, fuego y castigo?
¿Qué criterio, si es que lo tenía, siguió para escoger a sus elegidos?
¿Por qué nunca dio a su pueblo una mujer como guía?
¿Por qué sus apariciones han disminuido hasta desaparecer en nuestros días?
¿Por qué tenemos un mundo miserable si tuvimos tan bondadoso principio?
¿Por qué en este libro no se ríe nadie?
Podrían hacerse muchas más preguntas y esperar una respuesta transcendental y reveladora. Yo solo puedo dar una respuesta ignorante y simple.
La respuesta: PORQUE LA BIBLIA ES PALABRA DE LOS HOMBRES
Y a mí no me convence. No me creo ni una letra de las muchas palabras, órdenes, promesas y amenazas que aquí se cuentan como cosa del Señor Dios. No me lo creo. Tenemos un Señor Dios aleteando inofensivamente sobre las aguas que por su cuenta y riesgo, sin que sepamos por qué, decide iluminar el abismo, desterrar las tinieblas y crear un alegre paraíso. Además de esto, haciendo gala de su inmensa bondad y excelencia, crea un sin fin de especies que lo pueblen y disfruten. Como colofón crea al hombre para gobernarlo todo. Este colofón sobraba. El hombre se multiplica sobre la tierra y forma familias y pueblos, todos hijos del Señor. Pues no. Solo uno es pueblo digno y elegido. A los demás, garrote. Y aquel Señor Dios creador, alegre, cercano y misericordioso, a estacazo limpio detrás de cualquiera que le tosa a sus favoritos. Esto no cuadra, no encaja en lo que se venía contando. Chirría. Rechina. Cruje. Huele. Apesta. Hiede.
Terminado el pentateuco, le quedan al antiguo testamento un montón de libros históricos y narrativos. Como sea que no explican nada nuevo de cómo el mundo fue hecho y puesto en marcha, sino más bien al contrario, de cómo empezó a degenerar en esta carnavalada, haré de ellos un análisis relajado y acorde con mi falta de instrucción y mi nivel de ignorancia. Eludiré aburrir al lector con leyes, normas y obligaciones que tanto gustaban de repetir los que gobernaron y dirigieron los dudosos pasos de este pueblo elegido, y que en este libro ocupan un altísimo porcentaje del papel empleado. Recrearé, a mi gusto y manera y según mi particular criterio, los personajes y pasajes de más relevancia histórica, aquellos que nos ayudan a comprender un poco mejor el cómo y por qué hemos llegado hasta donde hoy estamos, o nos ayudan a no entender absolutamente nada. No es necesario que recuerde, al que tenga aquí los ojos puestos, la existencia de las tan cacareadas y famosas claves con las que arrojar algo de luz sobre nuestra lectura. Yo voy a dar una de estas claves, extraída directamente de la penosa experiencia que como analista estoy adquiriendo. Y digo penosa porque no la he adquirido por mis conocimientos, estudios, o agudeza mental. No señor, la he adquirido a base de leer y releer cincuenta veces la misma frase, el mismo relato, la misma página. Sin embargo, creo sinceramente que es la más reveladora de las claves, la que más luz arroja para disipar las tinieblas que han vuelto a reinar después de aquellas otras que el Señor Dios había aclarado. La que más me ha ayudado a ordenar el caos que ha vuelto a reinar después de aquel otro que el Señor Dios acomodó. La clave no es otra que, incluir en la ecuación a resolver, el factor ganancia. La rentabilidad, el provecho, el lucro. El factor dinero que diríamos hoy. La ecuación se resuelve por sí sola. En La Biblia y fuera de ella. Yo doy esta clave, pero no pienso usarla en mi lectura, no señor, yo seguiré leyendo desde el buen humor y sin aspirar a ganancia alguna por ello.
LIBROS HISTÓRICOS Y NARRATIVOS.
JOSUÉ.
Parece ser que por fin el Señor Dios dará la tierra prometida a su pueblo. Aquella que mana leche y miel, que a ti te la voy a dar le decía a Abrahán y a otros después que él. Bueno, pues esa tierra prometida está ocupada, llena de gente, y alguien tiene que hacer el trabajo sucio, o sea exterminar, y el correspondiente reparto. Ese fue Josué.
Lo primero es cruzar el Jordán, que es actividad que gusta mucho al Señor Dios y a su pueblo. Otro milagro hidrológico de esos y el pueblo elegido cruzando ríos, como siempre, en seco, sin mojarse las sandalias. A continuación se cuenta aquí la caída de Jericó a manos de Israel. Josué manda unos espías, el Señor Dios está con ellos, lo sabemos, pero por si acaso se procuran la ayuda de una prostituta, de nombre Rajab, que traiciona a los suyos para favorecer a los que ya sabemos. Tenemos a Jericó rodeada por el pueblo israelita en procesión silenciosa, siguiendo las indicaciones del Señor Dios, dando vueltas alrededor de la ciudad. Y así siete días. Esperando la orden. No para atacar, sino para dar al unísono un grito espeluznante y aterrador. Estas son las órdenes del Señor Dios, que ya sabemos de la originalidad de sus ocurrencias. Ante semejante grito las murallas de Jericó se derrumbaron y la ciudad cayó en manos de Israel. No se nos dice en el libro qué tipo de palurdo con diploma de ingeniero las construyó. Es decir, que Jericó fue tomada por los israelitas, a voces. Para que luego digan que por hablar más alto no se tiene más razón. Con las murallas derruidas es fácil imaginarse el resto del plan. Entregar al exterminio todo lo que hay en la ciudad, hombres y mujeres, jóvenes y viejos. Incluso los bueyes, ovejas y asnos, pasándolos a filo de espada. Solo quedó viva la famosa prostituta colaboracionista y su familia. No me digan que no es admirable el mucho amor que le tiene el Señor Dios a su pueblo y el poco que le tiene a los demás.
JUECES.
Hecho el reparto de la tierra, y resueltos otros asuntillos y promesas con el Señor Dios que tanto gustaban a estos patriarcas, Josué pasa a mejor vida. Ya sabemos, por las historias anteriormente contadas, que no hay cosa más inestable y voluble que el pueblo elegido cuando se queda descabezado, sin patriarca. Esta no podía ser la excepción. Ya estamos como es costumbre. El pueblo adorando chuflas y el Señor Dios encorajinado. Solución: el Señor Dios proporcionando jueces, que llaman aquí, para que su pueblo tenga a quien obedecer, seguir y admirar. También algún que otro castigo, claro, que también es costumbre. Uno de estos jueces, o héroes, fue Sansón, que lo voy a comentar aquí por ser el más conocido para un ignorante como yo.
Como todo patriarca que se precie, o juez que se llaman ahora, Sansón viene al mundo después de que el Señor Dios, por medio de un milagro, haga fecunda a su madre, que era estéril, y ya son multitud. El niño nacerá consagrado al Señor y nada de cortarle el pelo, que en él residirá su fuerza descomunal. Por aquel entonces los filisteos oprimían al pueblo elegido y a Sansón el melenudo no se le ocurrió otra cosa que casarse con una filistea. Este Sansón no es precisamente un patriarca al uso como a los que estábamos acostumbrados. Este me parece a mí algo más tunante y pendenciero. Cuando era mozo mató un cachorro de león con sus propias manos. Yo, cuando era niño, también maté un cachorro de gato. Lo quería tanto que lo asfixié de un abrazo. Seguimos con Sansón. En una fiesta propuso a treinta mozos filisteos una adivinanza. Si la acertaban les daría treinta preciosos vestidos, y si no se los darían a él. Su mujer, que era filistea, le sonsacó la solución y se fue con el cuento a sus paisanos. Sansón perdió la apuesta, así que se fue hasta Ascalón, mato a treinta hombres, les quitó los vestidos, pagó la deuda y abandonó a la pécora de su mujer. Es que estos elegidos del Señor Dios no son capaces de escoger una mujer en condiciones. No hay manera. Cuando se le pasó el enfado volvió a buscar a su mujer, pero ya se la habían dado a otro. No me digan a mí que no es para enfadarse. Sansón se fue disgustadísimo, cazó trescientas zorras, las ató de dos en dos por el rabo, les puso una tea ardiendo y las soltó por los campos de trigo de los filisteos. Adiós cosecha. Y zorras no creo que quedase ninguna suelta por aquellos parajes. Los filisteos como respuesta quemaron a la mujer de Sansón y la casa de su suegro. Yo estas venganzas de los filisteos no las entiendo bien, seguro que intentaron matar las zorras pero no pudieron. Dice el libro que Sansón les dio una paliza que no les quedó un hueso sano. Los rencores entre filisteos y Sansón van en aumento y los israelitas, haciendo alarde de ese carácter suyo tan especial y sospechoso, entregan a Sansón, su paisano, atado de pies y manos a los filisteos. Fue entonces cuando “el espíritu del Señor se apoderó de él; las sogas con que estaba atado fueron como hilos de lino quemados por el fuego… Vio cerca una quijada de asno fresca…” Las quijadas de asno hay que tener mucho cuidado dónde se dejan, porque en aquellos tiempos una quijada de asno era, más o menos, lo que es hoy un fusil ametrallador. Mil filisteos probaron la quijada. Yo imagino que Sansón no pudo matar más porque la quijada se le pulverizó en las manos a base de golpes. Mil filisteos muertos a golpes con una quijada de asno. Esto fue una burrada que no gustó entre los filisteos. Sansón se vuelve a casar, esta vez con Dalila. Resulto ser, la Dalila esta, una intrigante y filibustera que a base de carantoñas y arrumacos consiguió sonsacar a Sansón su más preciado secreto, que la fuerza le venía de su larga cabellera. Conocido el secreto por Dalila, le faltó tiempo para hacer la canallada. Esto de las mujeres, en este libro, ya clama al cielo, Este Sansón, terrible en las pendencias, cuando se trata de faldas se le afloja la lengua y así, por fatuo, se vio con el pelo cortado al dos, sin ojos, que algún filisteo se los sacó aprovechando la algarada, y atado a las columnas del edificio donde los filisteos celebraban su triunfo.
“Entonces Sansón invocó al Señor…”
Y allí murieron todos, incluido Sansón, y el edificio reducido a escombros. Es mentar al Señor Dios y echarse a temblar. No hay ni un solo capítulo, ni una anécdota, ni una, en la que el Señor Dios, viendo a su pueblo en una refriega a puño cerrado contra los filisteos, por ejemplo, acuda a la llamada de su pueblo y los ilumine con la cegadora luz del amor y la comprensión, los impulse a perdonar y abrazarse con sus enemigos para convivir y compartir en una próspera y fértil comunidad, ni una. Azufre, terror divino, espadazo limpio, que no quede un filisteo, ni filistea, ni filisteín sin descuartizar, y después les coméis los hígados, les cortáis las orejas y los pincháis en unas estacas por todo el camino de Samaria, y con la piel de los más niños os haréis unos tambores que aporrearéis sembrando el terror en toda la tierra prometida, para que sepan los filisteos, los jebuseos, los amorrreos y todos los otros pueblos, que vosotros sois los elegidos del Señor misericordioso, que a vosotros se os dará esta tierra que mana leche y miel, aunque ahora esté encharcada de sangre. Y esto es lo que hay, hijos.
Sospecho que los guionistas de Hollywood también se han leído esto. Que el cincuenta por ciento de sus películas son variaciones de este relato. Ahora, el Rambo de turno, en lugar de quijadas de asno utiliza aparatosas ametralladoras, pero el resto, calcado.
Es posible que este Sansón causara admiración por aquel entonces, y también ahora, pero a mí casi me da pena. Se puede matar leones a puñetazos, filisteos a golpe de quijada, correrse buenas fiestas y hazañas varias pero, ¿de qué sirve todo esto, si cuando llegas al hogar lo que te espera es una mujer perversa, renegada y desleal? ¿Pero es que no había por allí alguna humilde y abnegada campesina, amante de su familia? ¿Dónde buscaba Sansón las mujeres? ¿No podría el Señor Dios desatender un poquito las matanzas y degollinas, y atender a la buena coyunda de sus elegidos?
RUT.
Ojito. Un relato bíblico con nombre de mujer. Además esta mujer, para sorpresa y estupefacción mía, es moabita, pueblo nada agradable a los ojos del Señor Dios, por lo menos, según se dijo en este libro, hasta la décima generación. No es un milagro, pero lo parece.
Rut, que era muy buena, se quedó viuda y se quedó a vivir con su suegra pobre y sin familia. Recogía espigas detrás de los segadores como sustento. El amo y señor de estos segadores la vio, se encariñó con ella y la hizo su esposa. Dice el libro que el Señor Dios hizo que concibiese y tuviera un hijo. ¿Y su marido qué? ¿No tuvo nada que ver? Este hijo fue el abuelo de David y por eso se habla aquí de ella. Otro de esos relatos que no encajan con la línea amedrentadora habitual.

SAMUEL.
Aunque este texto lleva el nombre de Samuel, nos cuenta la historia del propio Samuel, de Saúl y de David. Es una especie de transición en la que el pueblo elegido decide olvidarse de patriarcas, jueces y cabecillas, y tener reyes como Dios manda, como los demás pueblos. Esto no parece que al Señor Dios le guste demasiado, que prefieran un rey mortal e imperfecto y no se conformen con un Dios como el que tienen, pero aún así les concede el capricho. Samuel es el último de los jueces y su madre era… estéril, sí señor.
Samuel, iluminado, aconsejado y ordenado por el Señor Dios, nombra rey a Saúl. Saúl fue un botarate toda su vida. Desobedeció las órdenes del supremo hacedor y éste le retiró su confianza. Cayó en una depresión profunda, le daban ataques de no se sabe qué, montaba en cólera, que no es cosa rara en este libro, pero éste parece ser que montaba y desmontaba sin razón ni fundamento. En definitiva un rey, el primero, bastante acorde con el pueblo que lo deseaba. Fue entonces que Samuel, iluminado, aconsejado y ordenado por el de siempre, escogió otro sucesor; David. Este David era menudito y espabilado, pastoreaba ovejas a su aire mientras el pueblo andaba en pendencia con los filisteos. Los filisteos eran un pueblo que se pasó muchísimos años ocupando, guerreando, y pisando sin respeto la tierra prometida, cuando ningún Dios se la había dado, o si acaso algún dios de segunda fila, en nada comparable al Dios de Israel. David entró como músico en casa del rey Saúl. Tocaba la cítara cada vez que el rey montaba en cólera depresiva y con la música de David se le pasaba. Esto lo dice bien claro el libro, no me invento ni una coma. En una pendencia de estas con los filisteos apareció con ellos un gigante que medía tres metros desde la coronilla hasta el suelo. Se llamaba Goliat y desafió a los israelitas. De entre todos los hombres de Israel no aparecía ninguno que estuviera lo suficientemente majareta como para pelear con aquel fenómeno. Entonces se ofreció voluntario David. Cogió un callado, su honda y cinco piedras, y se enfrentó con el gigante. Le sobraron cuatro piedras. Con la primera le acertó al bruto en la frente y lo acabó. Todo le sale bien a este David, el Señor está con él, el pueblo lo alaba y quiere. Esto al rey Saúl, que está como una cabra y es algo envidioso, le causa resentimiento, y el resentimiento le causa odio, y el odio le enciende la ira, y lo único que quiere es ver a David muerto. Durante mucho tiempo, aquí en el libro muchas páginas, se nos cuentan dos cosas: las trifulcas constantes con los filisteos y los esfuerzos constantes del rey Saúl por liquidar a David. Unos días quiere matarlo. Otros, lo perdona. Al siguiente le da a su hija por esposa. Ahora lo intenta pinchar en una lanza. Ahora ve a David en la sopa. Después toca arrepentimiento. Hay que tener en cuenta que el pobre rey Saúl tiene un problema anímico y mental muy grave. Al final no pudo con David y se suicidó, viéndose perdido, en una de las batallas con los filisteos. Y el arca de la alianza que no paran de moverla de un sitio para otro.
Se nos cuentan a continuación las aventuras y desventuras de David al frente de la nación elegida. Los hijos que tuvo. Las intrigas, componendas, asesinatos, incestos, deslealtades y traiciones que estos hijos, y otros, tuvieron entre sí y con otros. Un auténtico manual de perrerías. El Señor Dios escogió como sucesor de David a su hijo Salomón. Este hijo lo tuvo David con Betsabé, que era la mujer del hitita Urías. Antes tuvo que deshacerse del bueno de Urías mandándolo al matadero, allí donde más recia era la batalla, para que la cosa pareciera un accidente. Esto no gustó al Señor Dios y el primer hijo de esta pareja lo despachó de unas fiebres. El segundo ya le gustó más. Ya tenemos sucesor, Salomón. Como el rey David había acabado con intrigantes y filisteos, el reinado de Salomón fue mucho más tranquilo y próspero.