HACIENDO AMIGOS

Hola, burros. No se ofenda quien no lo sea, pero es que yo tengo la certeza de que comparto este tiempo y planeta con un enorme porcentaje, no inferior al noventa por ciento, de burros. Así las cosas, sería lo normal que el noventa por ciento de los que tienen aquí los ojos puestos sean de esta condición y, entonces, por respeto a esa mayoría, utilizo este saludo. Respeto que nace de los buenos modales y la educación que reparte sin descanso esta nueva clase social, mercaderes y pesebreros, que han hecho de nuestras instituciones, políticas y públicas, cubil y madriguera. Estos adinerados vividores que nos piden, con gesto digno y aire circunspecto, moderación en el gasto, respeto por las instituciones, confianza en su gestión, un esfuerzo solidario y otro agujero en “nuestro” cinturón. Yo el cinturón me lo quitaría, pero no para hacerle agujeros. Tampoco quiero que se me ofendan los que comen hierba y espantan moscas con el rabo, que contra esos, nada tengo.
Burros, porque hay que ser muy burros para venir a dar con nuestros huesos en esto que hoy llamamos vida y que, aplicando ese respeto por la mayoría ya dicho, más bien es infierno, pues en él vive esa mayoría del planeta. Así pues, hablando desde el respeto a la mayoría puedo decir, sin temor a equivocarme que, este mundo es un puto infierno lleno de burros.
Burros. Eso sí, gobernados y dirigidos por un puñado de hombres capaces, hombres de mente clara, corazón altruista y expediente inmaculado. Siempre dispuestos a derrochar trabajo, esfuerzo, dedicación y amor, a sacrificar su propia vida solo para que ustedes, los burros, progresen.