NAVIDAD. OTRA VEZ

Aquí, en la obra, nos pilla siempre de sorpresa. Ya está aquí. Es la navidad. Bueno, exactamente, ninguno de los tres sabemos cuándo empieza, si cuando lo dice el corte inglés o cuando lo cantan los niños de San Ildefonso. A Fery, como le encanta poner villancicos, siempre le cae bien. Doc es otra cosa. A él estas pantomimas culturales, que acaban siendo comerciales, le inspiran cualquier cosa menos buenas sensaciones. Dice que son cosas de este rebaño de ovejas obedientes y que prefiere seguir siendo un lobo también en estas fechas. El caso es que ha llegado otra vez.
Es maravilloso, los buenos sentimientos que despierta la cosa esta de la navidad, estos días, claro. Todo el año en este plan sería excesivo. Porque no se puede desear paz y amor, todo el año, a tanto indeseable como anda por el mundo. Yo no podría. Y no me refiero a todos esos cabrones que nos quedan lejos, en otras esferas, porque, a esos, ni ahora se lo deseo. No. Me refiero a los que sufrimos a diario.
A ver, cómo se le puede desear salud y suerte al conductor del autobús que se larga cuando te ve venir corriendo. Al vecino que aparca su coche, cada día, pegadito al mío, tan pegadito que no puedo entrar. A la secretaria esa que colocan de cortafuegos para que no puedas llegar al señor director. Al cerdo que orina en el portal cada viernes. A la verdulera que cacarea a los cuatro vientos chismorreos inventados para consolarse de su miserable existencia. Al lameculos que trabaja contigo. A la telefonista del seguro que te deja en espera y luego te corta una y otra vez sin solucionarte nada. A ese jefecillo que te habla con suficiencia y altanería, para que aprendas algo en la vida tú que no heredaste el negocio de tu padre. Al que redacta, en el anonimato, esas cartas de amenaza para cuando te vencen los plazos. Al que arrancó el espejo retrovisor de tu coche. Al imbécil que se pasó cinco horas de autobús dándonos la matraca con su teléfono móvil. Al pesebrero que no aparece por el despacho que nosotros pagamos. A tantas y tantas ovejas mal educadas que, cada día, me hacen la navidad más estrambótica. A ver. ¿Cómo? Yo no podría. Todo el año, no.
Unos días sí. Unos días sin rencores, sin mala baba y con exquisitos modales, eso no le hace daño a nadie. La familia, la tuya y la otra, unida de nuevo al calor de la chimenea, los niños, esas cenas inacabables, los regalos, esas caras felices, esas muecas (¿viste la mueca de la lagarta esa?). Escucharlos de nuevo a tu alrededor y sentir que tampoco fue tan mala idea largarse a vivir a cinco mil quilómetros de ellos. Es maravilloso. Y todos los años.
Feliz Navidad lobos, y haya salud y suerte.

2 thoughts on “NAVIDAD. OTRA VEZ

  1. Bueno…yo voy a desear Feliz Navidad a todos, pero de corazón-corazón mis deseos REALES son para los míos, qué le vamos a hacer, es así; toda la felicidad y buenos momentos que ellos no necesiten pueden repartírselos toda esa patulea de gente a la que te refieres –incluso la que me acaba de atender de Mapfre que no había quien la aguantara–

  2. Yo, a los que considero unos indeseables, no les deseo feliz año ni por educación porque no se lo han ganado, es más, hacen todo lo posible por lo contrario. Estos se olvidan de una gran máxima: “es agradable ser importante pero es mucho más importante ser agradable”. Yo seguramente no lo consiga siempre, pero lo intento.
    Ya nos seguirás contanto cómo te ha ido tu navidad. La mia ,a buen seguro,será mucho mejor que la pasada. Por mi parte,sí te deseo que tengas unas muy felices fiestas y todo un año cargado de felicidad.

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