EL MALETÍN DE LA SEÑORITA PEPIS

A mí siempre me gustaron más los indios que los vaqueros. Cuando yo era jovencito veíamos aquellas películas en las que, los indios, de buenos tenían bien poco. Además salían pintados como demonios. Aún así, a mí no me convencieron los de Hollywood. Tanto como los indios, se pintan hoy algunas chicas y tampoco me asusta, aunque algunas se pinten como apaches. Lo digo por la cantidad de pinturas y mejunjes, no porque parezcan asesinas despiadadas. De esto mucha culpa la tiene el maletín de la Señorita Pepis. Aquel maletín tuvo consecuencias para toda una generación. Hoy no sé si sigue existiendo el maletín mencionado pero el daño ya está hecho. Lo del daño lo digo con todo el cariño, no para faltar. Porque es increíble el tiempo que puede dedicar una jovencita a rebozar y revestir su cara para lucir como Dios manda. Al menos una que yo conozco. Lo he visto con mis propios ojos. He tenido el enorme privilegio de asistir a ese momento, aunque en este caso lo de momento no queda bien, porque la ceremonia es más bien de horas, no de momentos. Alicatar un baño lo veo mucho más sencillo. No podía imaginarme que, en las noches de fiesta, tras la jovial y atractiva imagen de una jovencita veinteañera, se escondiera tan descomunal empresa. Es el caso que la jovencita en cuestión, sin pintura ni nada en la cara, es, de suyo natural, bien hermosa. Si no lo fuera no quiero imaginar de cuánto tiempo hablaríamos.
Es verdad que lo que voy a contar es, a mi juicio, un caso especial, singular, extremo, único, digno de ser estudiado por alguna universidad americana de esas que no saben en qué perder el tiempo. Claro que mi juicio en estos asuntos es de poco peso, de ninguno diría yo. Yo cuento aquí lo que vi y lo que se me dijo.
Hora de salida, las doce treinta. Por lo que todo lo que sea empezar a maquillarse después de las diez treinta significa prisa, agobio, precipitación, catástrofe. Hablamos de la cara, ¡cuidadito! Porque si la susodicha tiene que ducharse y hacerse el pelo, me dicen que tenemos que añadir otro par de horas más. Hoy está duchada, pero ya vamos tarde. Lo primero, el maletín de los potingues. Un investigador químico tiene en su laboratorio menos botes. Aquí hay de todo para cualquier tipo de cutis y en distintos tonos. Pinceles de distintos grosores y tactos. Esponjas. Pinzas para retorcer y estirar lo que haga falta. Una crema de base, una restauradora, otra tensora, también exfoliante, y otra regeneradora por si te pasas con la exfoliante. Naturalmente también hay sérum. ¿Qué es sérum? Pues en español se llama suero, pero dicho así pierde mucho glamur y se vende la mitad justa. Sirve para hacer milagros, según me cuentan aquí, pero nadie los ha visto, aunque tiene mucho de milagro las toneladas que se venden. Dieciocho tonos distintos de maquillaje, más claro, más oscuro, más brillante, menos brillante, opaco, transparente, acción caoba, efecto nácar, textura de mármol, de noche, de día, de tarde, de mañana,( como los turnos de una fábrica). También tenemos una crema limpiadora por si, una vez acabada la noche de mambo, todavía le queda ánimo suficiente para quitarse el enlucido. Yo me imagino que si sirve para quitarse todo esto, tiene que servir para decapar puertas. Imagino también cómo quedará la almohada si se mete en la cama sin limpiarse. Vamos a empezar así que se me pide silencio, que la cosa es seria. Una vez limpia la cara, con el cutis hidratado, comienza la faena. Lo primero, cambiar el color de esa cara que ahora, con veinte años, está fresca y lozana que ofende a la vista. Más adelante, cuando ya ronde la cuarentena, habrá que dedicarle más de dos horas para que se parezca a la que aquí tenemos sin pintar. Esto lo pienso, pero no lo digo, porque ya se me ha advertido de que no se debe distraer a la artista. Además soy el único hombre entre cinco mujeres y este privilegio se me puede retirar sin aviso previo, sin votación ni nada. Basta con que alguna de ellas lo crea oportuno. Sigo con el relato. El color nos está quedando algo oscuro. Esto estaría bien en pleno agosto, a la vuelta de un viaje al Caribe, no en este febrero del norte.
– ¡Qué negrura, chica!
-Ese tono África solo pega en una fiesta de tribu con tambores.
Hay unanimidad. Ala, a limpiarse un poquito, a frotar, a estirar con la almohadillita de algodón.
-Tampoco frotes tanto, que te llevas la hidratante de base, hija.
Bueno, diez minutos más de enlucido y ahora sí. Ahora ya tenemos un color, una cosa elegante, ni claro ni oscuro, atractivo a la par que discreto, luminoso, fresco, un color… Yo no sé qué color es este. La cosa va para media hora. Vamos a por los ojos. Aquí se ha de decir que los ojos, los de esta jovencita, tal y como los tiene al natural, parece bien difícil mejorarlos, que son, a mi humilde parecer, de los más hermosos que he visto. Se me indica que guarde silencio y que mi parecer puedo dejarlo en el coche. Parece ser que a ella los ojos no le gustan tanto como a mí, así que, a base de perfilárselos, se los va a cambiar por unos más…distintos. A mí, de verla a ella con ese lapicero, me están empezando a llorar los míos. Raya por arriba, raya por abajo. Raya por dentro, raya por fuera. Hay que probar todo tipo de rayas, que cada noche es distinta y no sabemos cuál nos quedará mejor hoy. Se discute la cuestión, bueno yo no, la discuten ellas, y se decide que la raya, hoy, tiene que ser por fuera. Con la raya por fuera, ya el ojo parece otra cosa, como si hubiera estado mirando por un tubo de escape. A mí eso me parece un perfilado de efecto carbonilla, pero es porque no entiendo. Ahora viene el párpado, que hay que darle volumen a base de luces, sombras, brillos y exquisitos difuminados, es decir, como si te hubieran dado un puñetazo, pero con la fuerza justa para que quede llamativo, vistoso y sugerente, pero sin que parezca un moretón. Llevamos un rato bien grande con el primer ojo y ahora tenemos que dejar el segundo idéntico a este. A mí me parece difícil volver a reproducir con exactitud la paranoia volumétrica del primer párpado. Se me comunica que eso es pan comido. Después de veinte minutos, increíble, ya no hay quien distinga un ojo del otro. Están igualitos. Atención, las pestañas. Que tampoco le gustan como las tiene. Lo que veo a continuación puede herir la sensibilidad del espectador que sea como yo. Se trata de retorcérselas, o no sé qué, con unas pinzas como las de sacar los fritos de la sartén. A mí me da mucha grima. Parece una cosa de nazis torturadores en busca de una confesión. Desde luego, si me las ponen a mí, yo confieso el asesinato de Kennedy, que me dormí al timón del Titanic, la extinción de los dinosaurios, lo que sea pero por favor que me quiten eso de las pestañas.
Vamos a ver qué se puede hacer con la boca. Con la mía, mantenerla cerradita. Ahora vamos con la de ella. Es primordial escoger el tono para que combine con los tonos azulados del contorno de los ojos y con el color ese raro que teníamos en la cara, y con el color de ojos suyo de siempre, y con el crudo del vestido, y con el de la funda del móvil. Esto nos lleva diez minutos largos. Porque una mala elección y pasas de ser la reina de la fiesta que causa admiración a su paso, a ser el putón verbenero que anda escurriendo los vasos del garito. Esto es así. Una cosa más que delicada, y la línea es muy, muy fina. Se opta por un color neutro, que yo no sé lo que es, pero ellas sí, y después lo perfilamos, delicadamente, con una sutil iridiscencia que aporta un sugerente difuminado de luz, un halo seductor, un hechizo carmesí, una hora que llevamos con la boca. A mí me duelen los labios de tenerlos contraídos mirando para ella. Francamente, todo un trabajo artístico, un derroche de sensibilidad que se va a quedar pegadito por los vasos. Rematamos la faena con unos toques de brochón aquí y allá y listo, a triunfar en la noche, o lo que sea. Parece que la cosa ha salido bien y que todas las presentes están conformes con lo conseguido. Yo creo que, con el color de la cara, las manos parecen de otra persona, pero me callo, no vaya a ser que esté diciendo una estupidez.
He tenido el privilegio de asistir a este momento (dos horas). Ha sido divertido compartir por un momento (dos horas) las risas, la ilusión y los veinte frescos y atrevidos años de ella.
La de tiempo que me he ahorrado con ser hombre.
Haya salud y suerte.

SOLO PARA ADULTOS

Como todos sabemos yo no veo la tele más de trece minutos al día, y si no lo sabemos es porque no estamos muy atentos a lo que aquí se escribe. Trece minutos siempre me han parecido más que suficientes. Antes. Ahora ya me parecen insoportables. El país que sale por ella me da vergüenza, porque no es el país que yo conozco, ni el que vivo. Es el país que se ha montado esta piara de figurantes y tiralevitas. Yo vivo entre gente honrada (habrá excepciones, claro). Gente corriente, es decir, que no la mueve ni persigue espurios objetivos. Gente que no merece los políticos huéspedes que soporta. Aún así, no quiero que la libreta eléctrica se empape de tanta bazofia y mondongo como generan estos palurdos que tenemos por castigo. Así que, por sacar de este ambiente mi libreta eléctrica, voy a escribir un cuento un tanto especial. Solo para adultos.

Voy contaros un picante sucedido
que por cierto y por verdad me se contó
escuchar que os llegue a los oídos
lo que al güeno de Indalecio le pasó

Caminaba tan contento y distraído
por los montes de la tierra onde nació
cuando en medio de un solitario camino
una mu flamante boina se encontró

De cuando estaba allí la boina
naide supo dar razón
naide preguntó por ella
ni lo acusó de ladrón

Ni corto ni perezoso cogió la boina Indalecio
y viendo que era su talla allí mismo la estrenó
parecióle más que bien el bajo precio
y con la boina calada pal pueblo se encaminó

Poseía la tal boina la increíble cualidad
de poner a hervir la líbido del que a mirarla alcanzaba
fuese hembra o fuese macho, ser humano o animal
el apetito sexual la boina les despertaba

Llegó el Indalecio al pueblo
cuando el sol más calentaba
se fue a charlar con Basilia
como siempre acostumbraba

Allá entró por los corrales
buscando la sombra fresca
onde Basilia y Tomasa
le estaban dando a la lengua

Las buenas les dio Indalecio
a Basilia y a Tomasa
preguntó por los maridos
y por todos los de casa

Arrimose el Indalecio
pa disfrutar de la charla
acomodose en el corro
a la sombra de la parra

Mirar lo que traigo puesto
que la acabo de encontrar
estaba allí en la parcela
y nuevecica a estrenar

Las dos paisanas a una
le echaron vista a la boina
y a partir de este momento
cambió del todo la historia

Pusiéronse ambas verriondas
con la sangre en un hervor
y en menos que canta un gallo
la ropa toda sobró

Se espatarró la Basilia
que ya más no se pudiera
sin correr riesgo mortal
de descoyuntar las piernas

Chorreando de sudor
quitó la boina Indalecio
y al colgarla de la parra
la boina extendió su efecto

Formose allí un revoltijo
de partes blandas y duras
de carnes un amasijo
de sudorosas gorduras

Cuando mejor lo pasaban
entró el cura en el corral
el ama lo acompañaba
en su ronda semanal

Los ojos se restregaron
mirando escandalizados
y al demonio le achacaron
aquel horrible pecado

Entonces fue cuando el cura
miró la boina colgada
se arremangó la sotana
y se lanzó a la pomada

El ama se hacía mil cruces
ante semejante orgía
si no encontraba remedio
cuatro almas se perdían

Pensó que la solución
sería tocar las campanas
tocando a fuego sin duelo
pa buscar quien lo apagara

Pero miró pa la boina
y en vez de tocar campanas
agarrose del badajo
debajo de la sotana

Y no paró aquí la historia
pues más gente iba llegando
que por causa de la boina
al corro se iba sumando

Olvidáronse rencores
las rencillas y disputas
mezcláronse los sudores
realizando mil permutas

El que desveló el asunto
nunca se supo quién
siendo en el pueblo cincuenta
llegó a contar hasta cien

Cuando ya las partes duras
perdieron el su vigor
y lo que antes fue gusto
tornábase en escozor

Dieron fin a la faena
buscando entre los montones
camisas y pantalones
y hasta mañana mu güenas

La boina del Indalecio
nunca más apareció
pérdida tan desgraciada
más de uno la lloró

Así me se contó a mí
lo que acabas de escuchar
y si no aparece la boina
nunca más vuelve a pasar.

Haya salud y suerte.